MÁS ALLÁ DE LAS FRONTERAS: UNA HISTORIA DE PAZ EN MEDIO ORIENTE

publicado en: Educación | 1

Carlos Manuel Ledezma Valdez

ESCRITOR, INVESTIGADOR & DIVULGADOR HISTÓRICO.

Cuentan las crónicas del 14 de mayo de 1948, que los británicos se retiraban de Tierra Santa un día después del anuncio realizado por David Ben Gurion – un judío llegado desde Polonia durante la segunda “aliyá”, que fungía como presidente de la Agencia Judía –, declarando la independencia de Israel en Tel Aviv, a la sombra de un retrato de Theodor Herzl. Enterados de los acontecimientos, pocas horas después, Egipto, Jordania, Líbano e Irak, mandaban a sus tropas para invadir el nuevo Estado, obligando a los israelitas a declararse en estado de guerra.

Increíblemente y contra pronóstico, terminarían por expulsar a los invasores, alcanzando un triunfo categórico, aunque para su pesar, sabiendo que ese impase marcaría el rumbo de una historia que no termina por encontrar el final.
El tratado de Sèvres puso punto final al imperio otomano en 1920 tras la finalización de la Primera Guerra Mundial, la Sociedad de Naciones encomendó el “Mandato Británico Palestina” para que administrasen el territorio en Oriente Medio circundante al Canal de Suez, con el encargo de encontrar una solución para judíos y árabes, a quienes habían prometido que tendrían un Estado propio. El compromiso no se cumplió y el encargo que les habían conferido comenzó a descomponerse. Tanto árabes como judíos no se encontraban a gusto, los años pasaban y las hostilidades ponían en serios conflictos al comisionado británico.

A comienzos del siglo XX el territorio que ocupa actualmente Israel se encontraba dividido entre el “valiato” de Beirut y el “mutasarrifato” de Jerusalén. Contrariamente a lo que se ha venido a señalar, en aquella latitud del planeta reinaba la paz hacia siglos, luego de que el sultán Selim I se las arrebatase a los egipcios. Un prolongado periodo de paz que tan solo se vio interrumpido por una incursión militar del ejército francés de napoleón el año 1799. Durante este periodo, Napoleón Bonaparte hizo un llamado a través de la prensa francesa a todos los judíos de Europa, instándoles a que regresen a Jerusalén, a la tierra de sus ancestros.

Por aquel entonces nadie se tomó en serio aquellas afirmaciones, Mehmet Alí, segundo oficial de un cuerpo de guerra albanes, fue enviado para unirse a la batalla contra los franceses que fueron derrotadas en septiembre de 1801. Tras su retorno a El Cairo, sus ambiciones de poder lo llevaron a desafiar al sultán otomano Selim III, levantándose en armas contra el “vali” Hurshid Pacha, a quien depuso del cargo, siendo nombrado por los “ulemas” como “vali” otomano el año de 1805. Desde ese momento, se dedicó a hacer crecer su influencia y poder por todo el imperio, acabando con sus opositores y obligando a los egipcios finalmente a marcharse de la zona.

Pasados algunos años, las comunidades judías de los distintos países de Europa y del mundo, habían ido madurando la idea de retornar a Jerusalén. La emigración comenzó en pequeña escala, haciéndose cada vez más evidente. El retorno comenzó a intensificarse durante décadas, hasta que finalmente a partir del siglo XX, comenzaron a organizarse las llamadas “aliyás”, en las que el desplazamiento de grandes grupos humanos que recorrían miles de kilómetros con el fin de establecerse en aquella región, resultaba impresionante.

La intensión de los judíos por retornar a la tierra de sus ancestros, se debía en parte al antisemitismo que se había extendido por varios países de Europa. Para el año 1922, los británicos hicieron un relevamiento censal en el que sólo ochenta mil judíos ocupaban el enclave controlado por los británicos. En 1924 tuvo lugar la cuarta “aliyá” y una quinta en 1929, mostrando un incremento considerable en la población judía que en diez años había superado las doscientas mil personas. Compraban tierras y organizaban “kibutz”, dedicándose a trabajar únicamente.


Durante la década de los años treinta, con el ascenso al poder de Hitler en Alemania, se intensificó la emigración judía al “Mandato Británico Palestina”. Llegaban de Austria, de Alemania, de Checoslovaquia y de Polonia, incrementando en tan sólo tres años a cuatrocientos cincuenta mil judíos. Esta situación comenzó a agudizar el conflicto con los musulmanes árabes que habitaban la zona y que veían a los británicos más interesados en mantener el control del Canal de Suez y no así en resolverles el problema, por lo que comenzaron a desatarse una serie de enfrentamientos que derivaron en centenares de muertos.

Tras el Holocausto, el 15 de mayo de 1947, la Organización de Naciones Unidas nombró una comisión internacional para que estudiase y resolviera el caso. Conformada por Australia, Canadá, Checoslovaquia, Guatemala, India, Irán, Holanda, Perú, Suecia, Uruguay y Yugoslavia; se presentó un informe en el que se propuso la partición del “Mandato Británico Palestina” en dos Estados, uno judío y otro árabe, mismo que fue aprobado por 33 votos a favor, 13 en contra y 10 abstenciones. La Resolución 181 de la Asamblea General de la ONU, creó el Estado de Israel y el Estado de Palestina, quedando la ciudad de Jerusalén bajo tuición internacional. Esta Resolución jamás llegó a aplicarse.

Durante tres décadas lo único que se había interpuesto en que estallara un conflicto armado entre Israel y Palestina, había sido el ejército británico, por lo que una vez aprobada la Resolución 181 de la ONU, estos decidieron el repliegue de sus tropas que concluiría el 14 de mayo de 1948. La primera invasión a Israel ocurrió ese mismo día, iniciando la primera guerra árabe-israelí, que terminó en diciembre de 1948. Tras su triunfo, Israel pasó a controlar un mayor territorio de lo que había sido el “Mandato Británico Palestina” al Oeste del río Jordán, sólo quedaban dos porciones, una zona montañosa sobre las montañas de Judea y la ribera del río Jordán que pasó a llamarse Cisjordania.


Una pequeña franja costera en torno a la ciudad de Gaza se anexionó a Egipto. Una vez firmados los armisticios, la situación de los judíos comenzó a empeorar, siendo declarados enemigos por los países árabes, que no reconocían a Israel como Estado. Los judíos que vivían en estos países fueron expulsados, perseguidos, amedrentados, se les retiró la ciudadanía, lo que produjo que se organizara una sexta “aliyá”, con la idea de que se establecieran en la “tierra prometida”, un país judío exclusivamente. Muchos lo hicieron por convicción y otros por no tener otro lugar donde poder asentarse.

El 26 de julio de 1956, el gobierno egipcio decidió nacionalizar el Canal de Suez y prohibió la navegación de barcos israelís. Ante esta agresión, Israel decidió invadir la Península del Sinaí, obligando una vez más a la intervención de Naciones Unidas y en este caso al Reino Unido, que estableció claramente que todo lo que había para el funcionamiento del canal, lo habían dejado ellos, intercediendo para que el conflicto no llegará a mayores.

Israel se tomó en serio todas estas cuestiones y consciente del riesgo al que estaba expuesto, decidió ponerse manos a la obra en lo concerniente a la construcción de su Estado, el sueño que habían albergado durante varias generaciones, debía ser una realidad. Se declaró como Estado Liberal, República Parlamentaria Unicameral, con elecciones libres cada cuatro años y de economía abierta al mundo. Se abordaron importantes obras de infraestructura, para atender los servicios de agua que, considerada una región desértica, requería poder cubrir el riego en nuevas zonas de cultivo, dio énfasis a la producción de algodón que le permitió desarrollar una industria textil de exportación. Entre muchas actividades que le permitió consolidarse como un Estado productivo y que rápidamente se integró a los países de occidente.

En mayo de 1967, Egipto expulsó a los observadores de la ONU e invadió la Península del Sinaí, en un intento por recuperar el control sobre el Canal de Suez y prohibir la circulación de navíos israelíes, exactamente la misma excusa que había provocado el conflicto once años antes. Jordania había firmado un tratado de defensa mutua con Egipto, por lo que envió sus tropas, junto a las fuerzas militares de Siria e Irak que se sumaron al ataque. Israel que había permanecido alerta, desató un ataque preventivo, antes de darles tiempo de desplegarse del todo, en un ataque relámpago destruyó todo el poder aéreo egipcio y haciendo operaciones sincronizadas logró detener el avance enemigo en tan sólo seis días, es por eso que este episodio fue conocido como “la guerra de los seis días”, entre el 5 y el 10 de junio.

Al concluir la guerra, Israel tomó control de la Península del Sinaí y la Franja de Gaza, habían conseguido ingresar en Jerusalén oriental y en los Altos del Golán, que resultaba ser una zona estratégica para la defensa de sus posiciones. Como resultado de aquel enfrentamiento, los líderes árabes discutieron acerca de su posición, llegando al consenso de no reconocer a Israel como Estado, no entablar ningún tipo de negociación de paz y mantener un estado de guerra permanente, dejando la posibilidad de que estallase la guerra en cualquier momento, creando la República Árabe Unida, que no duró mucho, llegando a disolverse en 1971.

En 1969, Egipto comenzó a librar la denominada “Guerra de Desgaste”, con el objetivo de agotar a los israelíes, lanzaban bombardeos incesantes y prolongados, ataques continuos, con la consecuente respuesta israelí. El promotor de esta “Guerra de Desgaste” fue Gamal Abdel Nasser, primero ministro de Egipto, que murió en 1970, motivo por el cual su plan no prosperó al asumir el poder Anwar Sadat que no estaba de acuerdo en desperdiciar de aquella manera el armamento de su ejército.


El 6 de octubre de 1973, Siria y Egipto se lanzaron nuevamente contra Israel, en esa ocasión coincidiendo con la festividad del “Yom Kippur” (día de la expiación del calendario judío). Este ataque tomó al ejército israelí por sorpresa, por lo que tardaron casi tres días en poder desplazarse completamente. Otros Estados árabes – como había ocurrido antes –, aprovecharon la ventaja y el avance obtenido para enviar fuerzas expedicionarias de apoyo, creyendo que habían derrotado al Estado de Israel. Irak, Jordania, Libia y los países del Golfo Pérsico contribuyeron con un embargo petrolífero, desatando la “Crisis del Petróleo”, que tuvo una sería repercusión en la economía de los países occidentales.

Luego de una semana, Israel había repelido la invasión y las fuerzas árabes tuvieron que replegarse, debiendo intervenir nuevamente Naciones Unidas para evitar que Israel avance, lo que le permitió en aquella oportunidad obtener una victoria limpia, mostrando al mundo que su intención no era la de invadir estos países. Sorprendentemente la victoria fue obtenida en 19 días, tomando en cuenta la ventaja que tenían los países árabes de 3 a 1 en cuanto a efectivos militares.

No fue hasta el año de 1978, gracias a la intermediación del Presidente Norteamericano Jimmy Carter, que Egipto y Jordania aceptaron sentarse a la mesa para negociar los acuerdos de paz con Israel. Los acuerdos “Camp David” (nombre tomado de la residencia del presidente norteamericano donde se desarrollaron las negociaciones), permitieron que el 17 de septiembre se suscriba la paz entre Egipto e Israel. Jordania tomaría mucho más tiempo, pero suscribiría el acuerdo de paz con Israel el 26 de octubre de 1994, gracias al también entonces Presidente de los Estados Unidos Bill Clinton. A partir de entonces, iniciaron las relaciones diplomáticas y comerciales, siendo los dos países con una mayor franja limítrofe con Israel.


En lo sucesivo se buscó alcanzar acuerdos de este tipo con el resto de países que siguen viendo en Israel como un enemigo que tiene bajo su control los territorios de Gaza y Cisjordania, ocupados en 1967 durante la “guerra de los seis días”, habitados en su amplia mayoría por palestinos, lo que ha dado lugar a conflictos cerrados en los años posteriores, que se han venido a profundizar con la irrupción de facciones extremistas y fundamentalistas que lo último que desean es la paz.

El conflicto tiene sus orígenes durante el siglo XX, tiempo en el cual se ha podido evidenciar la eficiencia de la vía diplomática para encontrar soluciones pacíficas y justas, evitando el uso de las armas y la violencia, dando una valiosa lección a la humanidad de que es posible vivir en paz y armonía. El camino hacia la paz es complejo y requiere de compromiso genuino por parte de los involucrados, garantizando de esta manera que las futuras generaciones puedan vivir en un mundo libre en el que prevalezca la paz, la tolerancia y el respeto mutuo.

  1. Elian Iturralde

    Dos siglos de conflictos y enfrentamientos donde todavía se continúan violando los derechos de la sociedad civil.
    Magnifica presentación escrita sobre estos hechos históricos, y la postura reflexiva del autor.

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